¿Habéis buscado a quien las proyecta detrás del telón?
Este tapiz llamado mundo no es más que la envoltura de lo que realmente es.
Detrás está todo eso que intuimos que existe, que sólo desde nosotros mismos podemos descubrir.
No hay más que cortar la cáscara y sacarle toda la sustancia a la Realidad.
Como dijo Cortázar: “En los hechos cotidianos, la actitud de inconformista se traduce en un rechazo a todo lo que huela a idea recibida, a estructura gregaria basada en el miedo y las ventajas falsamente recíprocas. Podría ser un Robinson sin esfuerzo. No es misantropía, pero sólo acepto de hombres y mujeres la parte que no ha sido plastificada por la superestructura social: yo mismo tengo medio cuerpo metido en el molde y lo sé, pero ese saber es activo y no la resignación del que marca el paso."

Bailando entre las rocas y jugando con el viento
No hay razón, sólo alma.
Vivir debe ser eso: andar sin rumbo, respirar, que los pensamientos simplemente salten y cogerlos al vuelo.
Se desatan los lazos artificiales, caen los relojes y sube la bandera blanca de la tregua.
Tregua con todo lo que está más allá de los ojos.
Más que libertad, es fusión, ser consciente de que está ahí porque somos parte de un mismo todo.
Entonces, esto es lo que realmente existe, sin adornos. Tu único espejo es el horizonte.
Entonces, queda tan absurdo ver la realidad desde arriba, ver sólo la maraña de cadenas en vez de los eslabones. La realidad no se puede comprender si no es desde un punto de vista concreto, un Yo.
Por tanto, nunca puede ser objetiva, siempre será interpretada con matices únicos de quien la percibe.
“Cada uno, aun el hombre más insignificante, se encuentra en su conciencia simple como el más real de todos los seres y conoce necesariamente en sí mismo el verdadero centro del mundo y hasta la fuente original de toda realidad.
Cuando miramos hacia fuera, donde se nos presenta la inmensidad del mundo y el sinnúmero de los seres, el propio yo en cuanto mero individuo se contrae hasta la nada y parece desvanecerse.”
Schopenhauer
Parece un poco idiota filosofar con una corteza de árbol, pero pero desgajando metáforas, tiene su sentido.
Cualquiera puede ser como ese árbol que ha ido acumulando capas y capas de piel para defenderse del exterior. Ha ido fabricándose armaduras conforme cambia su entorno, y así se acumulan unas encima de otras, hasta que al mirarse le resulta difícil recordar cuál era la primera.
¿Cómo era su piel? Más allá de eso, ¿Cómo era antes de tener que defenderse y poner una barrera entre él y el mundo?
Entonces, empieza a bucear dentro de sí mismo, y va encontrando esas cosas que daba por perdidas o por olvidadas.
Solos, en una habitación a oscuras, antes de dormir; se desvanecen todas las etiquetas que vamos arrastrando cuando salimos al mundo. No somos estudiantes, no manejamos dinero, no pertenecemos a ninguna tribu urbana ni a ninguna ideología, ni siquiera hay una historia anterior que nos recuerde qué hemos hecho o de dónde venimos. No.
Simplemente, eres una persona. Existes. Has frenado en este momento para sentir que sigues respirando, después de que el ritmo frenético haga olvidar esas pequeñas sensaciones: simple como estar vivo...
Posiblemente, después de sentir eso, ese árbol dejó de verle sentido a sus corazas, y rompió esa densa costra de la memoria.
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