jueves, 27 de junio de 2013

Cosas que recordar de Santiago

 Los grafittis del pez, la Alameda cuando hace sol, el peregrino borracho de la rúa do Franco, las gaviotas, los malabarismos para llevar el paraguas y las bolsas de la compra, las calles que no sabes a dónde te llevarán, el musgo de los muros, la silueta de la catedral desde mi ventana, las setas que crecieron del techo, el licor café que me rebotó el estómago, no recordar el camino al Ruta, la marea de gente en la puerta del Tarasca, pasar cuestionarios en la puerta del Avante, Django desencadenado, descubrir a los Black Keys, a Graveyard, Journey, HEAT y Rival sons, los últimos días de clase, todas las variedades de pan imaginables, la sombra del peregrino en la plaza de la Quintana, quemar ollas y trapos de cocina, inundar el piso, comprar una guitarra intocable en los chinos, una noche entre el Modus vivendi y el Bar Tolo, el anuncio de Gadis en los autobuses, los buenos compañeros que hicieron sentirme en casa, los que compartían también esta aventura, los que ya antes estaban presentes y llegaron hasta aquí para estarlo también en este otro mundo que es Santiago, como una parte de mi recién restaurada y estrenada, donde todos los pequeños arañazos en la visión y algunas fobias se han perdido dirección Finisterre, todos los perros y gatos que he visto por la calle y he querido llevarme, los peregrinos que llegan a la catedral y se tumban en el suelo, recordarme en el taxi al llegar la primera vez desde el aeropuerto diciendo "voy a vivir aquí", y lo cierto es que guardaré la llave de un piso al que no podré entrar, sólo por la sensación de poder volver en cualquier momento a la lluvia fina contra la piedra, al norte cada vez que lo pierda.