domingo, 15 de enero de 2012

Vuelve a tu caja, Pandora

Castillos de palabras, en el aire, condenados a ser eco.
"Love me too times", parece que hubieras susurrado con la mirada cuando me crucé contigo.
Conocerte no fue un tropiezo con la suerte, fue un atropello del cosmos.
No deberías llamarte Behind por estar a mi lado, ni Beyond por trascender más allá de tu propia presencia. Deberías llamarte Fatalidad.
No eres ni una cicatriz en mi piel ni un agujero negro en mi alma, ni mi inconsciente me hace revelaciones ya sobre el significado abstracto de tu persona. Eres un tumor cerebral que extirpar urgentemente.
Ni siquiera mereces el apellido Oliveira, pues no sabes jugar a la Rayuela.
Eres un largo capítulo de mi historia, una civilización de fenómenos mentales, una momia conceptual.
Fuiste piano con los "8mm" de Yann Tiersen; los 8 milímetros abstractos de distancia que siempre has guardado. He utilizado a Porcupine tree para llamarte Puro narcótico y a The Strokes para llamarte Navaja.
La Maldita dulzura de Vetusta Morla.
Al emperador Julio César para plasmar el poder que tuviste sobre mi, de hacerme sentir pequeña ante tu soberanía, a sentirme enorme ante tu cobardía, a estar a punto de llorar de rabia ante tu estúpida presunción de inocencia.
Ya no me importa asustarte al decir que te amé con una fuerza descomunal.
Hay muchas cosas que no había sido capaz de decirte antes, y sólo ahora (cuando ya no las siento) es cuando me veo lo bastante segura como para hacerlo. No pretendo que me respondas, ni que hagas nada, pues contigo no tengo nada que perder. Tan sólo te digo esto porque creo que es la mejor terapia que puedo darte, más que escucharte o aconsejarte en algún momento, creo que el mejor apoyo que se le puede dar a alguien es hacerle saber cuánto significó para ti. Si, además, esa necesidad tuya de mi apoyo era otra pantomima, la terapia será para mi, para vomitar todas las preguntas que mi confusión ha lanzado sobre ti.
Siempre he sido consciente de que debía controlar mis sentimientos, pensar en algo más contigo era una estupidez, y creo haberlo hecho lo mejor posible, seguí mi propio rumbo y aprendí de las experiencias.
Pero siempre justifiqué tus reacciones evasivas y tu intermitencia en que no te dabas cuenta.
Quiero cerrar esta capítulo para aprender de ese gran error que has sido tú. Los errores son necesarios para crecer, no te odio, ni te guardo rencor, simplemente, después de las últimas y esclarecedoras palabras, te quiero lejos de mi tiempo.