domingo, 17 de enero de 2016

La paradoja del fenómeno fan

¿Acaban siendo los fans más papistas que el Papa, coartando la libertad creativa de los autores, aunque sea por la obligación moral de complacerlos al depender de ellos su éxito?

Una vez conocida la fecha de estreno de la última temporada de Juego de tronos, se ha confirmado lo que ya se esperaba: que la serie ha adelantado a los libros, y que Vientos de Invierno se publicará después. Pero la actitud de Martin es, lejos de agobiarse, la de ir a su ritmo al margen de la serie y de la presión de los fans. 

George Lucas fue duramente criticado por sus episodios I, II y III por romper con la estética de la saga original; y J.K. Rowling llegó a decir que sentía tanta presión para terminar los libros de Harry Potter que le dieron ganas de cortarse la mano. 

Tim Burton ha pasado de un extremo a otro. Después de dirigir Batman Returns, el estudio lo apartó del rodaje por ser esta pelñicula demasiado "extraña y oscura". Sin embargo, una vez asentada en el imaginario popular la estética de Tim Burton, éste la estiró hasta parecer una parodia de sí mismo, tal y como ocurrió en Alicia en el país de las maravillas y más claramente en Sombras tenebrosas. 



David Lynch está en el extremo contrario a la complacencia. Durante años se publicaron teorías sobre el significado de Mulholland drive y él respondió a ellas algo así como "ha sido divertido leerlas todas, pero ninguna ha acertado". Mucha gente opina que Lynch hace sus obras sin ningún tipo de sentido y que le toma el pelo a los espectadores. Pero es que está en todo su derecho de hacer lo que le dé la real gana.

Cada vez que se adapta al cine una novela o un cómic, los seguidores contienen la respiración y preparan su artillería si el resultado no es todo lo canónico que quisieran. Respetando los elementos básicos, se pueden hacer adaptaciones magistrales, como X-Men: días del futuro pasado o Watchmen.

Pero, ¿por qué tomarse tan en serio algo creado en la ficción? ¿Son acaso los héroes contemporáneos nuestros nuevos dioses? ¿O los mundos imaginarios como la Tierra Media nuestros nuevos paraísos que, no siendo ideales, son muchos más interesantes que la realidad?
El protagonista de Niebla pidiéndole explicaciones a su autor se materializa ahora en los fans que amenazan con "matar al creador" si hace algo que les disgusta, renegando de él y conservando deificadas las versiones originales que les conquistaron. 

Y el fenómeno es comprensible, pues estos iconos ya forman parte de nuestra cultura, influyen en el lenguaje que a veces utilizamos, son tema en común en los grupos de amigos e incluso nuestro vestuario se estampa con ellos. Forman parte de nuestra identidad y por eso los defendemos con uñas y dientes. 

Esta paradoja del fenómeno fan tiene, según mi criterio una explicación sencilla, y es que una obra de arte, en el momento en que se hace pública, deja de pertenecer al autor y cada receptor la hace suya enteramente suya, y como todo con lo que uno se identifica, adquiere un componente emocional que trasciende la propia interpretación del arte.