sábado, 31 de mayo de 2014

¿El amor?

¿Qué es el amor?, le preguntaron a Lila en La Caverna.

- Os diré lo que es el amor. Un invento del puto Satán. Es una mierda de mentira, y quien se crea que está enamorado y que es correspondido, que sepa que se le acabará algún día, cuando alguno de los dos despierte de la psicosis a dúo que es una pareja.
Eso que llaman amor es una enfermedad, se te mete en el cuerpo como un jodido virus y te destroza.
Así que sálvese quien pueda del amor, en serio.

Lila

- ¿Quién Lila?

- Lila no es tan mala. Es sólo esa persona que llega, te parte los esquemas, te fascina, y que entonces te empeñas en poseer. Todos hemos tenido algo de eso en algún momento. Ese tipo de personas nos resultan un misterio, y no hay nada que nuble más la cabeza de una persona que un misterio, algo que no es capaz de vez y sin embargo quiere abarcar totalmente. En el fondo esa fascinación es puro ego, un ego posesivo que nos hace parecer chiquillos caprichosos. Y cuando aprendemos a dejar ir a esas personas, nos hacemos adultos en cierta forma.


Rafa

Con él me he portado como una auténtica zorra. Lo sé, y no me avergüenza reconocerlo. Siempre he sido yo la que ha estado del otro lado, del lado de los dejados. En esta ocasión no he tenido ningún tapujo en ser el verdugo de una nadería.
Por que lo era. Yo lo advertí, y él hizo oídos sordos. Si nos hacemos daño por otras personas, es porque nos da la gana.
"Nadie me ha hecho sentar la cabeza", le dije.
"Yo busco algo serio, pero vale", dijo.
Pensó que él sería quien me cambiara, quien me rompería los esquemas y me rendiría. Já.
Señorín de 1 metro 65. Ya estaba haciendo planes conmigo sin contar conmigo. Ya quería presentarme a toda su gente. Ya quería enseñarme todo lo que sabía.
Yo sólo le daba unos cuantos besos para entrenarme mientras tanto. Mientras algo, mientras alguien.
Juzguénme, pero si alguna vez han tenido que dejar a alguien con quien ni siquiera estaban saliendo, me entenderán.

Por un mundo sin putos cuentos de hadas.

Jory

Acabo de inventar el nombre. Es lo bastante importante como para mantenerlo en el anonimato.
Jory es mi hombre perfecto.
Buen amigo, buen amante, bueno en su trabajo. Divertido, inteligente. Pero no era nuestro momento. Seguimos en continuo contacto, como esperando que ese momento esté siempre a la vuelta de la esquina, en la siguiente oportunidad de viajar y vernos.
Yo suelo salir con chicos para llenar mi tiempo.
Él tiene una novia para no aburrirse en su pueblo. Pero sabemos con sólo mirarnos que nuestra noche y nuestros besos son inmortales e inconclusos.
Esperamos una señal, un disparo, para volver a lanzarnos el uno sobre el otro. Porque a pesar de estar siendo unos cabroncetes con segundas personas, entre nosotros somos puro respeto.

Daniel

La historia con Daniel fue perfecta.
Directa, clara, sin cortesías ni cortejos.
Él quería acostarse conmigo, y me pidió mi número para tomarnos unas cervezas.
A mi me apetecía acostarme con alguien, y la cerveza también.
Así que quedamos, descubrimos que no teníamos nada en común de lo que hablar, y empezamos a besarnos. Con un vamos a mi casa fue suficiente, ni una palabra más.
Era delgado, tanto que se le notaban las costillas pegadas a la piel, blanca y suave. Tenía cara de niño, a pesar de ser mayor que yo, y un gesto entre travieso e infantil.
Era todo lo que nunca me había atraído. Era perfecto.
Estaba tan excitado que cuando acabábamos de hacer el amor y yo empezaba a dormirme, él volvía a agarrarme, y así dos veces más.
Por la mañana me hizo un café, como se lo haría a su compañero de piso, y lo acompañé al trabajo, como haría un amigo.
"Hasta luego, lo he pasado bien", "Hasta luego, ya nos veremos".

Echo de menos la naturalidad de dejarse llevar por el deseo, la ausencia de sentimientos, la claridad de intenciones.
Muchas historias deberían quedar así, sin un mal recuerdo, ni un reproche, ni una despedida.

viernes, 23 de mayo de 2014

Nota onírica

He soñado que llegaba corriendo, en un momento, a la esquina contraria del país, a tu pueblo. Entraba en tu casa, te veía salir de tu habitación (que he reconstruido mentalmente a partir de la única imagen por videoconferencia que tuve de ella), y yo alzaba los brazos para abrazarte, empecé a reír. Y tú me paraste en seco, me agarraste los brazos y me dijiste: Ciara, no.
Me costó entender las palabras por un momento. La luz del pasillo era naranja y tu expresión era sombría. No dejaste de apretarme los brazos hasta que no empecé a alejarme.
Salí de tu casa y corrí hasta el pueblo de mi amigo Luis (en la realidad, a 47 km; en mi sueño, a una calle de distancia). Luis me esperaba en la calle, recogió mis maletas, que no habían aparecido hasta eso momento), me echó el brazo por el hombro y me llevó con su grupo de amigos.

Esta despedida, este dejarte ir; ha sido mucho más real que el que nos dimos estamos conscientes y despiertos.

martes, 13 de mayo de 2014

Hoy me apetece divagar

El calor pega en la calle. El nuevo disco de The Black keys es una genialidad. La liga de fútbol está a punto de terminar. Esas son cosas con las que se rellenan los pensamientos, las conversaciones y el tiempo. Esas cosas las piensa uno cuando está relajado y no tiene mayores cosas por las que preocuparse.
Pero en ocasiones como esta, se necesita pensar y reposar las ideas para actuar con claridad y certeza. Tengo 23 años y una carrera universitaria. Quiero y debo comerme el mundo. Quiero mostrar mi talento y vivir de él. Mis talentos, por suerte, son varios. Eso significa que mis medios de vida podrían ser varios, y con todos ellos disfrutaría. Pero difícilmente encuentro la oportunidad de que alguno de ellos me dé dinero a corto plazo. Es más, a inmediato plazo. Porque cuando uno tiene esa calma para pensar en banalidades, también puede pensar en proyectos a largo plazo.
Cuando la urgencia de que entre algo en la cuenta corriente es lo que mueve tus actos; esos proyectos pasan a un plano invisible, y tu objetivo es la recompensa económica. No es capitalismo, es supervivencia.
Si gano algo ahora, en el futuro podré llevar a cabo mis proyectos, piensas.
Pero crecimos en una época en la que se daba por seguro que si estudiabas, emprendías, y hacías las cosas bien, la sociedad, la economía y el Estado te apoyarían.
Y una mierda pinchá en un palo.
Dijo Ortega y Gasset que cada generación daba por hecho y por "normal" lo que la generación anterior luchó por conseguir. La generación de nuestros padres ganó un Estado del bienestar y unas condiciones en las que nosotros dábamos por hecho que con esfuerzo, las oportunidades y los resultados estarían ahí. Por que vivíamos en una sociedad del primer mundo, económica y socialmente desarrollada.
Pero seguimos viviendo en la cultura del pillaje, el rateo, el egoísta, la ausencia de ética, la falta de civismo, la catetura y la ranciedad.
Una generación que no deja abrirse paso a la siguiente y se limita a mirarse el ombligo, es una generación que cava su propia tumba y que no ha aprendido nada de la vida.
Se supone que el ser humano se reproduce para perpetuar su legado, y que su legado es dejar el mundo mejor que como lo encontró.
Un mojón para las leyes de la lógica y de la naturaleza.
Mientras ese egoísmo y esa inconsciencia permanezcan, la Humanidad va a ser recordada como la especia más estúpida conocida en el Universo. Los extraterrestres se asomarán y pensarán qué puñetero rumbo tiene grupo que se empeñe en dividirse. Todo bicho viviente debería entender que la rabia, el orgullo, la avaricia (y no quiero citar los pecados capitales, abogo por el libre ejercicio espiritual y moral); no hacen más que aislar y debilitar a los individuos.
Un grupo, para progresar, debe mirar por los intereses grupales, analizar sus problemas y solucionarlos en consenso; que las generaciones sean comprensivas unas con otras, que ninguna persona mira al vecino como un rival, sino como otro que está en el mundo para lo mismo que estás tú y que están los demás: Para hacer de su vida un proyecto irreemplazable, grandioso y único.