lunes, 25 de junio de 2012

Euterpe

Creo tener varios elementos de la ecuación.
Pero no tengo las coordenadas espacio-temporales, ni muchas otras variables que mi alcance epistemológico no cubre.
Ni siquiera estoy segura de que existe tal ecuación.
De algo tengo certeza: somos una recopilación de tiempo en el presente. Somos el superviviente de todo un huracán de días. Piensa en el momento en que te diriges al sitio donde vas a encontrarte con alguien. Alguien que apenas conoces pero intuyes que está dando la primera pisada para dejar su huella en tu memoria. Por el camino parece que hiciera un inventario del material vital que llevamos encima: historias, miedos, ingenio, manías.
Esta no es una historia de supervivencia épica. Es una historia sobre la cotidiana búsqueda del desorientado Hombre libre, su tragedia con el miedo a la felicidad (no vaya a venir a envenenarla de frustración).
No es cuestión de tener poco para saber valorarlo. Es cuestión de valorar ciertas cosas que llenen el espacio introspectivo que podamos percibir, y ser capaces de enredarlas a la vida.
Es la historia de aprender a desprenderse con facilidad de lo que no llega a arraigar en los pulmones, ni a deslizarse por el lóbulo temporal. A veces no amamos a la persona o la circunstancia, sino lo que creemos ser con ella. Y nos cuesta ver que que ya somos quienes podamos llegar a ser por nosotros mismos, y después compartirlo con la persona o disfrutarlo en la circunstancia deseada (como un músico tocando en el Royal Albert Hall o un pintor restaurando la Capilla sixtina).
Intentemos desligar la expectativa de la posibilidad, y reconocer que dar por hecho lo deseado es una enajenación mental, como el sueño. Es un peso necesario para equilibrar la balanza entre los oasis y la solidez del presente. Me gusta inspeccionar su textura, en vez de aumentar mi miopía descifrando las olas del desconcierto.
Esta es la historia de lo que no fue.
Simplemente para que sea (insólido e ingrávido) en alguna parte de la imaginación.
Ahora comprendo a quienes escriben historias de ficción. No necesitan escribir sobre ellos mismos. Yo ya no lo necesito. Voy a obviar las metáforas y completar las vacuidades con los montajes de mi mente.

domingo, 3 de junio de 2012

Radiografía de una demencia

Está descansando. De la vida, del tiempo, de los días.
Del ruido y de la gente. De los pensamientos y la lógica.
Está descansando del lenguaje. De la paciencia. De las noticias.
Pero parece triste. Sin angustia ni risa. Mustia.
Parece que esperara, despreocupada y altiva ante la deriva.
Con una indiferencia cargada de rabia.
Puede que ni siquiera le sentara bien la alegría, sólo la calma.
El único momento en que se puede no desear nada, y seguir vivo.
Pero es el resultado de que de las eternas dicotomías agoten de decisiones, ahora no tiene que elegir nada.
Sólo dejarlas pasar, y observarlas con una sorna sin gestos.
Está doblada en el sofá. Es una marioneta a la que le han soltado los hilos. No tiene caos, ni busca su geometría.