domingo, 21 de diciembre de 2014

Os contaré una historia que os hará llorar

Cada vez que escucho a Belle and Sebastian, me voy a las calles de Compostela. Me voy a los pocos días soleados en los que los colores se intensificaban, donde la ciudad entera se volvía primavera aunque fuese invierno.
Me voy al momento en que entregué las llaves de mi piso y escuchaba de boca de Stuart Murdoch: "I love you, my responsability is find a place", con el sabor de Jory aún en los labios. Un beso dulce para una despedida.
Y me voy también, al coche de Tomás en una noche lluviosa de octubre, la última vez que volví allí, la última vez la vi (a ella, la ciudad) y a él. Y llovía furiosamente aquel día.

The lovin is a mess what happened to all of the feeling?
I thought it was for real; babies, rings and fools kneeling
And words of pledging trust and lifetimes stretching forever
So what went wrong? It was a lie, it crumbled apart
Ghost figures of past, present, future haunting the heart

lunes, 24 de noviembre de 2014

Me gustaría hablar con vosotros, hijos de la desidia, después de tanto tiempo. Desde aquel tiempo en que intentaba curaros.
Ya no quiero salvar a nadie. No me apetece. Cuando cada uno sepa salvar su propio culo, estaremos listos para unirnos, sanamente, a otra persona.

Es gracioso

Cómico, paradójico
que cuando me mudé a Santiago
tuve que coger dos aviones
y hacer escala en Barcelona.
Tiene gracia,
que para llegar a la ciudad que más feliz me hizo
tuviera que volver a la ciudad más triste que he conocido.

domingo, 1 de junio de 2014

Al final, todo es igual.

Recuerdos fríos.

The darkest timeline


He breaks me
he can burn and crystilize my mind in one second
scrutinize me through his glasses

sábado, 31 de mayo de 2014

¿El amor?

¿Qué es el amor?, le preguntaron a Lila en La Caverna.

- Os diré lo que es el amor. Un invento del puto Satán. Es una mierda de mentira, y quien se crea que está enamorado y que es correspondido, que sepa que se le acabará algún día, cuando alguno de los dos despierte de la psicosis a dúo que es una pareja.
Eso que llaman amor es una enfermedad, se te mete en el cuerpo como un jodido virus y te destroza.
Así que sálvese quien pueda del amor, en serio.

Lila

- ¿Quién Lila?

- Lila no es tan mala. Es sólo esa persona que llega, te parte los esquemas, te fascina, y que entonces te empeñas en poseer. Todos hemos tenido algo de eso en algún momento. Ese tipo de personas nos resultan un misterio, y no hay nada que nuble más la cabeza de una persona que un misterio, algo que no es capaz de vez y sin embargo quiere abarcar totalmente. En el fondo esa fascinación es puro ego, un ego posesivo que nos hace parecer chiquillos caprichosos. Y cuando aprendemos a dejar ir a esas personas, nos hacemos adultos en cierta forma.


Rafa

Con él me he portado como una auténtica zorra. Lo sé, y no me avergüenza reconocerlo. Siempre he sido yo la que ha estado del otro lado, del lado de los dejados. En esta ocasión no he tenido ningún tapujo en ser el verdugo de una nadería.
Por que lo era. Yo lo advertí, y él hizo oídos sordos. Si nos hacemos daño por otras personas, es porque nos da la gana.
"Nadie me ha hecho sentar la cabeza", le dije.
"Yo busco algo serio, pero vale", dijo.
Pensó que él sería quien me cambiara, quien me rompería los esquemas y me rendiría. Já.
Señorín de 1 metro 65. Ya estaba haciendo planes conmigo sin contar conmigo. Ya quería presentarme a toda su gente. Ya quería enseñarme todo lo que sabía.
Yo sólo le daba unos cuantos besos para entrenarme mientras tanto. Mientras algo, mientras alguien.
Juzguénme, pero si alguna vez han tenido que dejar a alguien con quien ni siquiera estaban saliendo, me entenderán.

Por un mundo sin putos cuentos de hadas.

Jory

Acabo de inventar el nombre. Es lo bastante importante como para mantenerlo en el anonimato.
Jory es mi hombre perfecto.
Buen amigo, buen amante, bueno en su trabajo. Divertido, inteligente. Pero no era nuestro momento. Seguimos en continuo contacto, como esperando que ese momento esté siempre a la vuelta de la esquina, en la siguiente oportunidad de viajar y vernos.
Yo suelo salir con chicos para llenar mi tiempo.
Él tiene una novia para no aburrirse en su pueblo. Pero sabemos con sólo mirarnos que nuestra noche y nuestros besos son inmortales e inconclusos.
Esperamos una señal, un disparo, para volver a lanzarnos el uno sobre el otro. Porque a pesar de estar siendo unos cabroncetes con segundas personas, entre nosotros somos puro respeto.

Daniel

La historia con Daniel fue perfecta.
Directa, clara, sin cortesías ni cortejos.
Él quería acostarse conmigo, y me pidió mi número para tomarnos unas cervezas.
A mi me apetecía acostarme con alguien, y la cerveza también.
Así que quedamos, descubrimos que no teníamos nada en común de lo que hablar, y empezamos a besarnos. Con un vamos a mi casa fue suficiente, ni una palabra más.
Era delgado, tanto que se le notaban las costillas pegadas a la piel, blanca y suave. Tenía cara de niño, a pesar de ser mayor que yo, y un gesto entre travieso e infantil.
Era todo lo que nunca me había atraído. Era perfecto.
Estaba tan excitado que cuando acabábamos de hacer el amor y yo empezaba a dormirme, él volvía a agarrarme, y así dos veces más.
Por la mañana me hizo un café, como se lo haría a su compañero de piso, y lo acompañé al trabajo, como haría un amigo.
"Hasta luego, lo he pasado bien", "Hasta luego, ya nos veremos".

Echo de menos la naturalidad de dejarse llevar por el deseo, la ausencia de sentimientos, la claridad de intenciones.
Muchas historias deberían quedar así, sin un mal recuerdo, ni un reproche, ni una despedida.

viernes, 23 de mayo de 2014

Nota onírica

He soñado que llegaba corriendo, en un momento, a la esquina contraria del país, a tu pueblo. Entraba en tu casa, te veía salir de tu habitación (que he reconstruido mentalmente a partir de la única imagen por videoconferencia que tuve de ella), y yo alzaba los brazos para abrazarte, empecé a reír. Y tú me paraste en seco, me agarraste los brazos y me dijiste: Ciara, no.
Me costó entender las palabras por un momento. La luz del pasillo era naranja y tu expresión era sombría. No dejaste de apretarme los brazos hasta que no empecé a alejarme.
Salí de tu casa y corrí hasta el pueblo de mi amigo Luis (en la realidad, a 47 km; en mi sueño, a una calle de distancia). Luis me esperaba en la calle, recogió mis maletas, que no habían aparecido hasta eso momento), me echó el brazo por el hombro y me llevó con su grupo de amigos.

Esta despedida, este dejarte ir; ha sido mucho más real que el que nos dimos estamos conscientes y despiertos.

martes, 13 de mayo de 2014

Hoy me apetece divagar

El calor pega en la calle. El nuevo disco de The Black keys es una genialidad. La liga de fútbol está a punto de terminar. Esas son cosas con las que se rellenan los pensamientos, las conversaciones y el tiempo. Esas cosas las piensa uno cuando está relajado y no tiene mayores cosas por las que preocuparse.
Pero en ocasiones como esta, se necesita pensar y reposar las ideas para actuar con claridad y certeza. Tengo 23 años y una carrera universitaria. Quiero y debo comerme el mundo. Quiero mostrar mi talento y vivir de él. Mis talentos, por suerte, son varios. Eso significa que mis medios de vida podrían ser varios, y con todos ellos disfrutaría. Pero difícilmente encuentro la oportunidad de que alguno de ellos me dé dinero a corto plazo. Es más, a inmediato plazo. Porque cuando uno tiene esa calma para pensar en banalidades, también puede pensar en proyectos a largo plazo.
Cuando la urgencia de que entre algo en la cuenta corriente es lo que mueve tus actos; esos proyectos pasan a un plano invisible, y tu objetivo es la recompensa económica. No es capitalismo, es supervivencia.
Si gano algo ahora, en el futuro podré llevar a cabo mis proyectos, piensas.
Pero crecimos en una época en la que se daba por seguro que si estudiabas, emprendías, y hacías las cosas bien, la sociedad, la economía y el Estado te apoyarían.
Y una mierda pinchá en un palo.
Dijo Ortega y Gasset que cada generación daba por hecho y por "normal" lo que la generación anterior luchó por conseguir. La generación de nuestros padres ganó un Estado del bienestar y unas condiciones en las que nosotros dábamos por hecho que con esfuerzo, las oportunidades y los resultados estarían ahí. Por que vivíamos en una sociedad del primer mundo, económica y socialmente desarrollada.
Pero seguimos viviendo en la cultura del pillaje, el rateo, el egoísta, la ausencia de ética, la falta de civismo, la catetura y la ranciedad.
Una generación que no deja abrirse paso a la siguiente y se limita a mirarse el ombligo, es una generación que cava su propia tumba y que no ha aprendido nada de la vida.
Se supone que el ser humano se reproduce para perpetuar su legado, y que su legado es dejar el mundo mejor que como lo encontró.
Un mojón para las leyes de la lógica y de la naturaleza.
Mientras ese egoísmo y esa inconsciencia permanezcan, la Humanidad va a ser recordada como la especia más estúpida conocida en el Universo. Los extraterrestres se asomarán y pensarán qué puñetero rumbo tiene grupo que se empeñe en dividirse. Todo bicho viviente debería entender que la rabia, el orgullo, la avaricia (y no quiero citar los pecados capitales, abogo por el libre ejercicio espiritual y moral); no hacen más que aislar y debilitar a los individuos.
Un grupo, para progresar, debe mirar por los intereses grupales, analizar sus problemas y solucionarlos en consenso; que las generaciones sean comprensivas unas con otras, que ninguna persona mira al vecino como un rival, sino como otro que está en el mundo para lo mismo que estás tú y que están los demás: Para hacer de su vida un proyecto irreemplazable, grandioso y único.

martes, 22 de abril de 2014

Querida y olvidada yo del pasado

¿Debería sentirme mal por el punto al que han llegado las cosas?¿Por mi cúmulo de decisiones? No, en absoluto. Y no espero que tú me comprendes, no puedes. Al igual que yo no puedo comprender a mi yo (nuestro yo) de 40 años; tú, renacuajo de 18, tampoco puedes imaginar cómo hemos llegado hasta aquí. Tú en potencia y yo ahora.
No tenemos trabajo, señorita me-creo-una-lumbrera. Y poco importa si somos una lumbrera o no. Soy psicóloga y la sociedad no reclama de mi nada más que vender mierdas a comisión. He llegado a trabajar en esas cosas, por mucho que te parezca imposible romper la timidez que te invade.
Yo me la sacudí a la fuerza y primero es liberador, luego llegas a un punto despreocupado en el que podrías decir cualquier cosa con total deshinibición. Lo sé, aún tiemblas cuando tienes que presentar un trabajo en clase. Yo he llegado a presentar uno con un lamparón de atún con tomate en la ropa. Haz alguna broma sobre que se te ha olvidado cómo se come, la gente se reirá, y no importará que tengas un lamparón o periquito subido a la cabeza.
Ese rollo pensativo-místico-solitario que siempre has tenido se traducirá en un vicio: filosofía. Ten presente esa palabra. Será tu mariposa del huracán. Aún no has visto El efecto mariposa, pero lo entenderás para entonces.
El amor de nuestra vida por el momento, no ha sido un príncipe de la Rusia zarista. Fue un ratón de biblioteca al que le encanta dar pena, y que te traerá por el camino de la amargura y los traumas unos cuantos años. Yo aviso. Aún estoy solucionando ese despropósito.
Te preguntarás que si no hemos tenido una historia de cuento de hadas, qué hemos tenido. Pues muchas historias breves y preciosas. No te vas a enamorar de ninguno de ellos. Y con ellos me refiero a un plural muy grande, pero siempre estarás deseando en el fondo que alguno no pase de largo y te diga que se quiere quedar contigo.
Uno te lo pedirá, le dirás que sí, y por un tiempo dirás con orgullo que tienes novio, pero sólo estás intentando convencerte a ti misma de que ya te has curado del señor de las gafas. Aparecerá el señor de las gafas para sabotear tu relación, a ti se te irá la cabeza por él otra vez, y te quedarás felizmente soltera y con amorfobia un par de años más.
Después, un chico maravilloso te preguntará si quieres salir con él después de una noche de lujuria bajo los efectos del ron (porque sí, doña Perfecta, te vas a emborrachar y vas a fornicar sin amor, aunque siempre con cariño y pasión). A ese chico le dirás que te dan grima las relaciones de pareja, y después te cagarás en esa afirmación.
Después un chico te pedirá que te fugues con él, y dirás que no.
Después te enamorarás, por fin, de alguien que parecía bajado del puto Olimpo, y se rajará cuando más segura estabas de confiar en él.
Pero no te desesperes, no acabarás como Uma Thurman en Kill Bill (que también verás esa peli y todas las de Tarantino). Ahora eres sublime -ya pillarás eso cuando veas una serie llamada Cómo conocí a vuestra madre-. Eres sublime porque estás liada con dos hombres a la vez, ambos saben de la existencia del otro, nadie está celoso y recibo cariñitos por doquier.
No te preocupes, aunque te puedas escandalizar, estoy genial. El mundo abierto, con miles de posibilidades delante de mi. Estoy lanzando la moneda y viendo de qué lado cae, hasta que me gusta más la cara o la cruz. O deje de lanzar monedas y me pase a los dados.
Tendrás un lema, querida yo adolescente. Hakuna matata. Al pie de la letra.

viernes, 28 de marzo de 2014

Pienso en Hegel y veo la curva del Campo das Hortas.
Tengo que volver allí
llorarte y enterrarte como a un muerto.
Te destrozaría la cara a besos
Te robaría tu brillantez
y te regalaría un corazón.

sábado, 15 de marzo de 2014

VI

Llegó el momento en que por fin Ciara vendría a Galea. Ya tenía pensado las librerías de segunda mano a las que la iba a llevar, el recorrido por el que le enseñaría la ciudad, la gente que le iba a presentar y los bares en los que probaríamos todos los tipos de alcohol que pudiéramos soportar. Llegó en tren, así se lo pedí aunque resultara algo caprichoso por mi parte siendo 11 horas de viaje, pero así dejaría la cena preparada en la buhardilla, la recogería en el andén, e iríamos caminando tomando el camino de la catedral, que cogeríamos justo con el color de la puesta de sol. Ya que Ciara amaba tanto el aire británico, aquello le parecería Canterbury con un punto tenebrista de Harry Potter. Y al ver aquello fue, como ella dijo, una patata feliz.
Estaba tan a gusto con ella que reconozco que perdí la noción de la realidad. Ambos la perdimos. Nos metimos en una espiral de pasear, ver películas y hacer el amor; que nos pareció el mejor mundo posible, obviando el hecho de que iba a acabarse en unos días; obviando la certeza de que cuando volviéramos a Floria nada sería igual, ni nosotros mismos. Pero nada malo existía mientras estábamos juntos, así que nos dio igual cualquier tipo de consecuencia, de esa que sólo existen en el mundo de los adultos. La cuarta noche que el lambrusco nos subió la libido, le dije:
- Tenía que ponerme las gafas para verte, Ciara. Es decir, las gafas de verlo todo desde fuera, de estar enfocado. Me acordaba de ti, con tu Les Paul colgaba, y con los ojos cerrados mientras tocas...
- ¿Yo cierro los ojos mientras toco? ¿En serio?
- Sí, ¿no te has dado cuenta? Bueno, y entonces, al acordarme de eso pensé: ahí mismo, en el escenario, le levantaría la camiseta poco a poco, le daría un beso en el cuello y.... tendríamos que irnos de allí inmediatamente.
Ciara se rió soltando primero una especie de pedorreta, era su estilo .
- Pero esta vez quiero quitártela, no para omitir mis miedos, sino para tirarme en picado sobre tu escote, y acomodarme allí durante un tiempo indefinido. Prefiero tu olor a sándalo al de la ginebra y el tabaco.
Me asustas, de la misma forma que asustan las montañas rusas: me meteré a propósito en el pánico, te pediré que te quedes en Galea, y que nunca vayamos a Inglaterra. Que llenemos el coche de discos de Sinatra que no pondremos.
Te pediré que me derrames cerveza por el edredón, que cenemos helado y lambrusco, que rodemos un cortometraje emulando a Meg y Jack White, yo aporreando la batería, tú cantando, un mono mecánico tocando los platillos en el suelo.
Y tú, pídeme que no piense en exceso y por defecto, pídeme que te rompa las cremalleras y los ojales, que te agarre a traición por la calle.
Me vibra la música en los oídos y en las vértebras, me invade la distorsión de tu Gibson y, por fin, siento una inmensa paz.

Sí, el alcohol me hace hablar con más coherencia de la que tengo habitualmente. Coherencia gramatical, porque lo que estaba diciendo era una completa locura.
Ciara no me dijo nada. Sólo me miró y empezó a acariciarme el pelo hasta que me quedé dormido. Me conocía demasiado como para creerme. Y no volvimos a hablar sobre eso. Porque eran sueños, sólo eso.


martes, 11 de marzo de 2014

Sentido tragicómico de la idiotez V

Me siento atraído irremisiblemente hacia tus señas. No sé si debe a nuestra fatal similitud, o es fruto de que la falta de respuestas que tengo sobre mis propias teorías las veo
 reflejadas en ti. 
Porque contigo me entiendo perfectamente, pero con ella no soy más un polo magnético 
que la arrastra hacia mi sin ni siquiera moverme, y eso me sobrecoge, es un poder que no 
he ejercido sobre nadie, y que no reclamo.
 Ella viene porque quiere, sin que se lo pida ni la busque.  El epicentro de su deseo de estar 
cerca de mi, lo desconozco y me fascina, como un paisaje inverosímil y extrañamente 
hermoso. La soledad me ha llevado a ti otras veces. 
No quisiera reengancharme a ti por mi absurdo miedo. Reconozco su absurdidad, y sin 
embargo no sé echarlo. No sé por qué (o quién) sustituirlo. Tenemos ya una relación 
oxidada, el miedo y yo. Digamos que ha llegado mi momento de emanciparme de mi fobia, y puede que tenga la señal delante: ella atravesando la habitación para sentarse a mi lado, y regalarme su olor y su sonrisa; ella en ese momento antes de la despedida, cuando nunca sé a dónde irán a parar sus labios. Ella mirándome y fundiendo el hielo, y dentro del hielo, un pez ya había olvidado nadar, pero instintivamente nada, aunque no entienda lo que 
está pasando, ni cómo ni por qué, pero nada: respira y besa el agua, y se aclara la vista 
entre las motas de polvo.
Tú eres la guardiana de mis tinieblas y mis luces, el limpiacristales de mi vista y mi piel. 
Pero ya sabes, algo sencillo y hermoso se lanza a mayor velocidad hacia las entrañas que 
cualquier otra medicina para el alma y los sentidos. Pero, no confíes en mi punto de vista, 
perteneces a mi otra vida, y si te veo en ésta (entre mis paredes, entre la lluvia), me 
reengancharé. Se trata de probar todas las combinaciones posibles espacio-tiempo-persona, hasta encontrar la que sea más nítida, o encontrar la cruda belleza en cada una de ellas, y no renunciar a ninguna. Y guardar dentro de mi todas esas versiones de mí mismo que me 
recordarán que he vivido infinitas veces, y crear una inmortalidad del presente, hasta que 
la memoria resista.
Yo, quien vino para buscarse, me he encontrado en un orgasmo ajeno, en una sonrisa y un aliento, con un significado íntimo, muy distante del supuesto para el momento, el lugar, y la compañía. Como un deshielo. Y parece que Aurora está flambeando mi témpano desde fuera, y yo intento gesticular para al menos darle las gracias.

domingo, 16 de febrero de 2014

Otro día soleado en Floria

La piel arde en febrero, y me rebosan las energías, como si me traspasaras todas las ganas con las que te quedaste, como si yo tuviera el doble de combustible y combustión.
Has dejado 3 eslabones bifurcados que abren una infinidad de posibilidades. Creaste 3 vidas, que te continúan y te completan, que justifican tu existencia, ahora y eternamente, transportando tu esencia y tus rasgos por el tiempo y el espacio. Esa es tu forma de inmortalidad.

sábado, 15 de febrero de 2014

Tengo un hambre voraz e insaciable.
Cuando me enamore, lo haré encarnizadamente.
Pero ahora, mi fase exploratoria
me guía a labios y cuellos anónimos
representantes de toda la Humanidad.
La energía se me desborda de los dedos
se me va las cuerdas de la guitarra
y a la máxima potencia del boost
se me deriva al riff de Highway to hell
se me vuela la mente
a la camisa abierta de Robert Plant en 1973
a Bob Dylan fumando con descaro en blanco y negro
a los viajes astrales en soledad bajo las sábanas.
Me guardo el decoro
en la falda escocesa del colegio de monjas
y desaguo la decencia por el escote del vestido granate.






jueves, 30 de enero de 2014

Réquiem para el futuro

No podré enseñarte Galea.
Aunque la has visto en dos dimensiones
Aunque la hayas soñado
Aunque prometiera llevarte eludiendo la imposibilidad.
El tiempo se descojona sutilmente de las promesas
Parodia nuestros planes, mimetiza lo insospechado.
Pero nos hace representantes de la sorpresa
nos hace zanjar los asuntos pendientes 
con una ridiculez risueña.
Me pregunté si fuiste feliz
Si elegiste tus circunstancias
o si éstas te arrollaron los labios antes.
Por eso, ante la duda y tu silencio
quise llevarte a mis paraísos 
a las cúspides de mis pirámides de Maslow
quise que redescubrieras el tiempo
sé que no te gusta pisar tierra firme.
Quisiera que no necesitaras recuperar ningún tempo
Que no pasaran los días, ni los años
sin que te agotaran de risa.
¿A dónde te llevo a por ellos?
Tal vez, a cualquier lugar inimaginable
ingrávido, rítmico, de papel
Lo adivinaré, lo buscaré, lo viviré
a solas
por ambas. 

lunes, 20 de enero de 2014

Frank Sinatra en un restaurante japonés

Al final del día, la euforia, la pena, el deseo, la nostalgia, el levantarse tarde, el improvisar un viaje y hacer la maleta en 10 minutos; pesa en los huesos con una gravedad agradable, propia del haber masticado cada segundo, y después (ahora, mientras paladeo el gin tonic) evocarlos, y modificarlos a voluntad, re-vivirlos, cálidamente fantasmales.
No sólo es el día de hoy, es haber soñado a Freddie Mercury con los ojos azules, es mi primer contrato en la mano, son los viajes hipotéticos, el "ya nos veremos", hecho realidad, encajado en la historia.
Antes, los viajes eran obvios, me había ganado mi nueva ciudad, la había conquistado saludando a las panaderas y los quiosqueros, y volver a casa era la tregua necesaria tras la vorágine de la armonía. Volver a casa me recordaba que no todo era calma y ritmo. ¿a dónde volver si no? ¿Por qué no volver? Porque el tiempo venció mi obra. Yo la cree y él la caducó. Pero pienso reconstruirla, la recordaré y la reinventaré, restauraré y mejoraré mis épicos días de lluvia. Acompáñenme si lo desean, las puertas del tren están abiertas, y mis rincones compostelanos también.
Estoy en un restaurante japonés, y suena Sinatra. Let's fly, let's fly....
Tercer y último viaje (sorpréndeme si me equivoco) contigo en mente. Te llevo encima sin quererlo, como las pestañas o los huesos. Gijón, Pontevedra, Madrid. Y entre los tres puntos del mapa, tres ciclos vitales: nacimiento, madurez, muerte. Nuestro ciclo de tres meses, nuestro pequeño multiverso.
En cuanto llegamos a una cúspide, a la que sea, a un lugar desde el que tener una amplia visión retrospectiva; todo fue un choque cuerpo a cuerpo. Puede que nuestra química fuese el anonimato, la posibilidad de no-existencia del otro; al descubrirnos humanos, reales, plausibles, rompimos (cómo no hacerlo) el palacio de cristal de nuestro perfecto relato, nuestra película de Hitchcock, que debía empezar con un McGuffin y debía tener un cadáver a los postres.
Es difícil sobrevivir a la imaginación de otra persona, es decir, a competir con mi imagen creada por ti, con mi retrato refigurado y adaptado, perfecto-para-ti, e imposiblemente humano.
Las historias por escrito, sin diálogos reales, sin interacción en directo, sin decorados ni tacto, son puro vapor, ligeras, fácilmente certeras, precisamente porque la imaginación rellena los huecos argumentales.
Así, lejos, sin mirarnos a los ojos, es fácil desearse. Y lo aterrador que fue enredarnos en las sábanas y en las calles y luego tener que volver a encontrarnos tras la pantalla. Dejó de tener sentido.
Podríamos haber encontrado otro, esa es la clave: inventar nuevos motivos por los que estar con alguien.
No era imposible. La imposibilidad viene dada por la actitud y, en consecuencia, por las decisiones. Decidiste hacerlo imposible. Decidiste rendirte. No puedes lamentarte por lo que has creado, a no ser que renuncies a tu ser, a no ser que lo odies tanto como decide por ti.
Bien es cierto que los flashes duelen en los ojos. Los fotogramas inmortalizados en nuestra frágil memoria. Duelen porque han dejado huella. Duelen, porque aquello sí que fue vida.
Eso hubiera sido conductismo operante, mi capitán: aquello que tiene consecuencias positivas quiere ser repetido. A no ser que el razonamiento te entumeciera los sentidos, el último beso, la irracionalidad de recorrer 1000 km para dormir a tu lado. Cuando mi cuerpo desaparece, la rutina te parece la única opción. 
Diría Piaget que no has pasado la fase de las reacciones circulares terciarias.

jueves, 16 de enero de 2014

Dustopías

¿Se han fijado ustedes en que existe un subgénero literario y cinematográfico llamado "distópico", y no uno utópico? El imaginario colectivo está repleto de escenas sobre futuros poco prometedores.
A todos nos parece más plausible que en el año 2200 las ciudades estén destrozadas, contaminadas y dominadas por androides que se nos escaparon de las manos; ¿por qué no asociamos el futuro con ninguna escena idílica? Planteo una hipótesis: Por el sentimiento de culpa y el vértigo futurista, es decir, la atracción hacia la desesperanza.
Voy a desarrollar esta idea. Puede que me pierda a mitad de camino y la idea se tope con un callejón sin salida repleto de ideas asociadas, pero narraré mis pensamientos.
Bien, entre la literatura utópica encontramos títulos como "La República" de Platón, "La ciudad de dios", de San Agustín, o 2"Gargantúa", de Rabelais, donde la utopía se defina como un plan de gobierno en el que todo está regulado con vistas a la felicidad común. Entendemos también socialismo utópico como una idea de progresión hacia ciertos valores e ideales, regidos por un sistema distinto al vigente. En algunos casos más fantásticos que otros, bajo supuestos avances científicos que mejorasen la calidad de vida, la justicia y la igualdad, el reino de la razón y de Dios parecen los elementos básicos para la armonía absoluta.
Parece obvio que la tendencia natural del ser humano, como individuo y como sociedad, sea a la mejora, a dejar el mundo algo mejor de cómo lo encontramos. Infinitas generaciones han luchado e incluso dado sus vidas por ideales como la libertad y la democracia, persiguiendo una vida donde los sufrimientos de ésta se mitigaran, donde el individuo pudiera afirmarse a sí mismo y ser dueño de su vida.
Entonces, ¿qué persigue la distopía?. Evidentemente, no es un concepto contemporáneo, pues ese aviso sobre las consecuencias negativas del progreso ha sido una constante unida al elogio de éste. Parece que todo concepto debe tener si reverso negativo: no se reclamaría la libertad sin ausencia de ésta.
En la Utopía de Moro, la sociedad se compone de ciudades-estado, a igual distancia entre ellas y de igual extensión. Cada una posee granjas en el campo y casas en la ciudad racionalmente construidas. Los ciudadanos se turnan anualmente entre el campo y la ciudad, las casas no son propiedad privada, sino que cada diez años se cambia de vivienda por sorteo.
Las familias tienen una organización patriarcal. Cada treinta familias, eligen un sifogrante (un representante ante el Senado), y éstos eligen a un príncipe, de cargo vitalicio, que puede ser depuesto si muestra tiranía.
Todos los ciudadanos aprenden a trabajar la tierra, y pueden elegir un oficio según sus gustos y aptitudes. Jornada laboral de 6 horas, tiempo libre invertido en desarrollar la creatividad y la inteligencia, la conversación y la música. Libertad religiosa y una moral hedonista y pacifista. Un auténtico paraíso isleño.
Ahora recordemos dos conocidas distopías: 1984,de George Orwell, y Blade runner, de Philip K. Dick (en estos casos prefiero referirme a las obras literarias y no a los filmes). Ambos planteamientos son los de una sociedad en condiciones paupérrimas, ambas tras una guerra que parece haber borrado todo recuerdo nítido de la vida anterior. En 1984 existe un régimen totalitario que controla las vidas de los ciudadanos hasta los mínimos detalles, incluso en el lenguaje. Los seres humanos son usados como herramientas al servicio del Estado, olvidando su voluntad, su identidad, aceptando un destino predeterminado, limitando las sensaciones.
En Blade runner, la guerra ha dejado la Tierra cubierta de un polvo nocivo para las personas, que en su mayoría emigraron a Marte, y muchos de ellos compraron androides (copias robóticas de seres humanos cada vez más perfectas, salvo por la capacidad de empatía) a su servicio. Quienes sobreviven en la Tierra, conviven con animales eléctricos, pues pocos ejemplares quedan de verdaderos animales, los alimentos de antes de la guerra son un preciado tesoro, y los edificios de las ciudades se encuentran prácticamente deshabitados. Las cajas de empatía modulan las emociones como si se tratara de la frecuencia de una radio.

Si el impulso utópico es el progreso, el impulso distópico es la destrucción producida por el progreso. Y aquí sale de la despensa el ingrediente de la culpa.
Este sentimiento procede de una deuda con los propios valores. Si actuamos contra éstos, lo sentimos como una traición contra nosotros mismos o contra aquello que ligado a nuestra identidad. En la cultura cristiana, los pecados son una traición a las leyes de Dios, pero cuando esta figura desaparece y el hombre se pone en su lugar, nos convertimos en ofensores y ofendidos. La distopía parece la única consecuencia imaginable de nuestros actos: polución, tecnología descontrolada, guerras nucleares, un meteorito encabezonado en estamparse con nuestro planeta... En cualquier caso, nuestro castigo parece tener más peso que nuestra recompensa, pero ¿realmente lo hemos hecho tan mal como civilización? ¿Tan salvaje ha sido nuestro progreso que en vez de satisfacernos, asusta a la imaginación y a nuestra capacidad de control?
Segundo ingrediente: atracción hacia la desesperanza. Con esto me refiero a una lectura del concepto de vértigo como lo entendió Lacan, "atracción hacia la caída", una mezcla de miedo y deseo, curiosidad a pesar del peligro. Este sentido está más dirigido a la estética, es decir, al placer que encontramos en la lectura de estos supuestos futuros. Al igual que con las historias de terror, son tan desagradables como atractivas (y, en definitva, la distopía es una pesadilla sobre el futuro). ¿Somos masoquistas y morbosos? Seguramente sí. ¿El encontrar placer en el miedo, y que el contraste de sensaciones aumente la intensidad de ambas, es lo que nos atrae de las distopías? Posiblemente también.
"La angustia es el vértigo de la libertad. Es el momento en que todo ha cambiado: “la libertad se incorpora nuevamente, ve que es culpable”, dijo Sigmund Freud. ¿Cómo podríamos entonces quitarnos de nuevo el peso, la culpa, la angustia; sin renunciar a la libertad?
La forma de "expiar los pecados" no sería condenarnos a desaparecer, sino ser conscientes de nuestros actos como Humanidad, dejar el terror para la ficción, y traer a la realidad, al futuro próximo, una nueva utopía.

lunes, 6 de enero de 2014

Ayer fue domingo

5 de diciembre, para más señas.
Ayer hizo un año que volví contigo, que pasé por tu gran plaza repleta de niños y luces, tirando de la maleta, sonriéndote por tu bienvenida húmeda. Volví, y mi piso estaba empapado de tu cielo plomizo, y me resultó terrorífico y divertido al mismo tiempo.
Ayer fue domingo, y podría haber dado un paseo matinal por la Alameda, haber conversado con los señores que compran el periódico en el quiosco, haber escuchado la banda que toca en la glorieta, con el pan del Preguntoiro caliente en las manos. Habría pasado a las 12 menos 10 por la praza Cervantes para encontrarme con Daniel y planear otra visita a su cama con pretexto de una cerveza en cualquier bar cercano. Comprobaría que las tiendas están cerradas y el campo abierto. Pasearía por la orilla del Sarela o por el puente del Sar.
Las pasteleras del Casal Cotón no me ofrecerían un trozo de capricho de almendra que se reservaban para los turistas, como siempre, y volvería a casa para ver Sons of anarchy, tocar A certain romance.
Metería toda la ropa sucia en la maleta y la llevaría a lavar a la residencia de Daniela; y mientras se lavara la ropa estudiaría en el ancho alfeizar de una ventana que ya bien conocía, con un radiador debajo y toda la luz posible sobre el folio. Hacerse pasar por una residente más era incluso reconfortante, no dudaban de la comodidad con la que me apoderaba de la ventana. Al volver a casa  bailaría todas las canciones de los Strokes cuando anocheciera, tras uno de esos atardeceres de invierno.
Después iría a por la merecida cena. Una bolsa de frutos secos recubiertos de chocolate. Almendras con chocolate blanco, negro y con leche, pistachos, nueces, avellanas, coco rallado y naranja caramelizada. Aventurarse al frío de la noche para ir a por mi botín era una cotidiana hazaña épica, amenizada con un poco de aire que me levantara el pelo y me hiciera apretarme en el abrigo.
La gran plaza vacía y mojada, con un foco al fondo, un tenor solitario en la bóveda cantando Hallelujah. No puedo irme de allí. Es imposible. Y hoy es lunes a 1000 km de la plaza.