domingo, 12 de diciembre de 2010

Desidia

I. Aire turbio
Hablando de esa parte de mí en la que te metiste como ocupa consentido, esa habitación dentro de mi casa donde estaba más a gusto y segura…
Sí, cerré la puerta hace tiempo, pero sin llave. Te encerré, pero mimándote como siempre, como el niño caprichoso que eres.
Lástima que tuviera que volver y reconocer que nunca quise separarme de ti más que el grosor de la pared que puse entre los dos. Lástima que tú hayas seguido tan esquivo como antes, tan seguro has estado siempre de que era adicta a tu existencia.
Si para ti esta historia es una hermosa frustración, para mi este agua estancada huele ya a podrido. El aire de esta habitación está tan turbio y recalentado que o lo dejo salir por la ventana o me asfixio de romanticismo imposible. Demasiado absurdo para mantenerlo vivo, demasiado cansado para no desplomarse.
Tú. Mi cómplice de asesinato de la niña retraída que antes era.
Una utopía al alcance de la mano.
Un caramelo tras los cristales del escaparate.
Pequeño existencialista cobarde… Deja de mirar las estrellas y lamentarte de ser tan imperfecto.
Paséate por mi mundo si quieres, sal, entra; pero no te quedes en la sección amores frustrados llamándome a gritos si me alejo, harta de esperarte en silencio.

Hay cicatrices.
Agujeros negros.
Adicciones calmadas con placebo.
Desilusiones.
Un "ya espero nada"
Las frustraciones son absurdas.
No queda nada de lo esperaba de tu alma.
Se consume lo poco que me quedaba para agarrarme a ti.
Mi espeijsmo ideal. Mi querida utopía... Aquí te dejo.
Hoy me arranco las cadenas que me puse creyendo que la perfección existía en tus ojos.
Me agarro a lo terrenal para no caerme al vacío que me devora.
Debiste ser tantas cosas que no pudieron ser... Me rompí los huesos intentando derribar la pared de tu miedo.
Sigo con las heridas de guerra, te dejo con tus contradicciones.
Yo tomo la palabra de Heraclito "todo fluye, nada permanece eternamente..."


II. Tormenta
Has dejado de ser una persona. Eres un fantasma que invadió unas cuantas neuronas que te siguen recordando, por hacer algo. Por eso, ese hombre que no tenía ninguna culpa de parecerse a ti, ha provocado esa reacción tan desbordada dentro de mi cabeza.
Resentimiento. Tristeza. Nostalgia. Apatía. Rabia. Indiferencia.
Una mezcla demasiado dañina para dejarla dentro. Lanzo la bomba, ese cáncer en el que se convirtió tu recuerdo. Ese amor fue una enfermedad y tú la bacteria que la provocó.
Ni me quejo ni me arrepiento: me hiciste mucho bien, pero yo me encasquillé en tu imagen inicial, y a pesar de tus adventencias seguí creyendo en todo lo que representabas... y cuando todo eso se ha caído como una torre de papel, después de esconderte primero e ignorarte después, veo que cualquier chispa enciende otra vez la mecha del desengaño.
O yo y mi salud, o tú con tu caos. Voy a matar ese fantasma. Mato en este momento tu imagen por aplastamiento del pesado olvido. Es en defensa propia, y en defensa tuya, de quien realmente eres.
Porque te voy a conocer ahora. Porque la próxima vez que me hables, será como si nunca te hubiera oído hablar.
Sin embargo, habrá una gran diferencia... te conoceré como un humano, demasiado humano, no como el semidios al que le puse tu cara.
Para dar el paso final en este largo camino que ha sido ponerte en el sitio correcto dentro de mi cabeza, de ver las cosas tal y como son, para firmar la tregua, tan sólo me queda por decir:
"Hola, desconocido..."

III. Frío
De pie al lado del puente, veo parejas pasar de un lado a otro, sonriendo, mirándose de esa manera...
Y me veo extraña a ellos, viviendo en otro sitio donde esa vida no se ha vivido todavía.
No me intento convencer de que no lo necesito, que le voy a hacer: nunca me gustó tener frío.
 En pleno apogeo del absurdo, los cables se me acaban de fruzar, y esto ya es un torneo de titanes compitiendo por lo que me queda de cordura. Se pelean por tu trono... ¿pero eres realmente tú, o sólo tu imagen, la de mi mente?