viernes, 18 de octubre de 2013

Octubre

Llevo tres meses aquí, en Galea. El tiempo es todo un objeto de estudio, es decir, la relación entre el cronológico y el meteorológico. El meteorológico es increíblemente monótono, pero por su carácter húmedo y gris, por sus trombas de agua habituales e inesperadas, cada salida de mi paraíso se convierte en toda una aventura. Salir a comprar es algo que hay que planificar y preparar a conciencia, como una estrategia militar; el ser humano, torpe homínido contra el agua resbalando por las ciudades que él mismo ha construido (o sus antepasados, y el hombre actual simplemente se ve inmerso en ellas). Para mi, a falta de ser un fastidio, es un verdadero entretenimiento eso de las maniobras profesionales con el paraguas y las bolsas de la compra, los auriculares puestos, las gafas llenas de gotitas que nublan la vista. Pero yo sigo, estoico y orgulloso de mi hazaña de hacer la compra, y vuelvo como un soldado triunfante y cansado, que merecidamente se homenajea con una película de Wong Kar-Wai y el radiador en los pies. Después de 2046, vi un párrafo escrito por Ciara en la red social (medio más cómodo, económico y versátil para comunicarse, pero nosotros no renunciábamos a las cartas de papel ni a los paquetes de Correos). El párrafo era el siguiente: Everybody has their shits and if someone hasn't mental rubbish, will create it. We need shit for being humans, for fight, for change something. The thing is that I opted for coexist with my mental rubbish, because I don't want spend my time being angry with myself and project it to the world. Because life is too fast to spend it. Not too short or too long. Just fast. Puntualizo, Ciara era traductora de profesión y fotógrafa por pasión. Tenía una predilección por Inglaterra que la arquitectura y el carácter de Floria se representaban la antítesis de su lugar ideal para vivir, y sin embargo, se encontraba mucho mejor que yo allí. Según ella, Inglaterra era como el disco que estás deseando escuchar y no llegas a poner. Inglaterra estaba allí, en las guías de viaje, en las películas, en los libros de Chesterton; pero no necesitaba materializarla, pisarla y olerla. Lo cierto es que Ciara para mi era como Inglaterra para ella. Era la única por la que perdería el escozor por el amor, y sin embargo, no era capaz de sentir por ella algo más que un cariño profundo, que muchas noches se me tornaba un ensueño en el que estábamos cogidos del brazo por la calle, y yo la besaba; pero fuera de ese ensueño, aquello me parecía lo más alejado de la posibilidad. Puede que me asuste pensar que Ciara, mi perfecta Ciara, se acabe convirtiendo en otra Lila. Sé que es algo irracional, que son dos personas distintas, y que Ciara no actuaría jamás como Lila. Pero aún siendo consciente de mi autosabotaje, no soy capaz de cambiar mi postura. Es uno de mis ensayos experimentales de Galea. Espero resultados.

sábado, 12 de octubre de 2013

¿Cuál es el problema? ¿Que este ya no es tu sitio? Pero, ¿tu sitio para qué?
Vivir la vida que yo misma he creado, más bien, que sé que puedo crear. El problema es que la cree, en un lugar y un tiempo, y que aquello terminó porque no era enteramente mío, y porque había partes de mí que se habían quedado lejos a costa de mi renacimiento. Porque no hay que tener nada, para no dejarse nada valioso atrás, supongo que es el único momento en que el amor duele gustosamente.
Cerré las puertas de mi conquista por una aplastante fuerza invisible, el fin del plazo limitado de una beca. No puedo culpar a la movilidad del tiempo, que nos aleja de lo que amamos, pero nos trae nuevos amores, y nos desliga de ciertos dolores para descubrirnos otros. También uno se sirve del tiempo para digerir y comprender, para apreciar lo presente mientras existe, y para saber encajar los instantes donde les corresponde cuando pasan; saber, además, perseguir repetirlos cuando es posible.
Y ese es mi otro quebradero de cabeza, amigo mío, la posibilidad, que es tan amplia, que contiene tantos mundos posibles desde el segundo que sigue hasta el fin de los días, que sólo cabe agarrarse a una certeza primera: la imposibilidad. Y a partir de ella podemos ir apartando la maleza, ver con qué contamos realmente, observar qué podemos hacer con ello. Entonces, la posibilidad parece más plausible, menos inmensa, y más bajo nuestro dominio.
Aunque el dominio es siempre una ilusión humana, precisa para vivir por algo y no arrastrarse por los años; y lo magnífico es que aún a sabiendas de todo aquello que se escapa entre los dedos, se afirma su presencia y su consecuente ausente; se afirman las idas y venidas, los abrazos y las distancias, los andenes y los vuelos, los atrevimientos y los ridículos, la pérdida de noción de aquello que tan bien conoce, precisamente por conocerlo.

Me fui y volví. Volveré a hacerlo. Y lo que sea preciso para doblar mi existencia al tiempo.
Las calles no han cambiado. Ante los ojos se me representan igual. No es una cuestión occipital, ni sensorial de ningún tipo. Es el significado minuciosamente elaborado automáticamente, lo que hace distinto estar inmersa de nuevo en mi propio mundo (al que ya no pertenezco, pero en el que actúo como una reconquistadora legítima).