lunes, 24 de enero de 2011

Desenfocarse

El Sol se nos descolgó enlazando un tema con otro, una cerveza con otra, sentados en las escaleras.
Eso era exactamente lo que siempre había imaginado como el paraíso perdido.
¿Perdido o nunca encontrado? La intuición desea mucho antes que nosotros mismos, la seguimos hipnóticamente, se nos escapa por la piel y tira de los huesos; mientras racionalmente empezamos a fabricar motivos convincentes para no parecer estúpidos al dejarnos llevar por esa fuerza ciega (más certera que nuestras construcciones gramaticales de papel, además).
En ese momento, me di cuenta de todo lo que ya no echaba en falta. Recordé el domingo anterior.
Domingo superado sin droga teléfonica contra la nostalgia. Me puse, después de dos años, la camiseta de la fotografía, con la extraña sensación de haber profanado una tumba.
Ya entretengo la inquietud con recursos propios, mi sombra y la voz de mis pensamientos me acompañan, conviviendo con la espesura del tiempo y la suma de los días.
Es cierto, el tiempo nos atraviesa como a los fantasmas que somos dentro de su infinitud. Sin arrancarnos las sucesivas pieles, la pesadez del propio cuerpo no nos dejaría avanzar.
El peligro de deshacerse por dentro es descubrir un día a un desconocido en el espejo, con los mismos rasgos, pero el Yo se desprende por la mirada y la expresión, saludando y advirtiendo que hace mucho que no me fijo en mi propio reflejo.
"Y que una copia, fría y mimética en un cristal tenga que decirme quién soy ahora..."
La premonición de una última despedida, resumida en un latigazo en el estómago de un segundo, se reafirma después de un mes de silencio.
Un silencio que me habla de cómo los hilos que nos conectaban se han ido desgastando con la erosión del tiempo y la dejadez.
Los planes de futuro, las utopías posbiles, se desmoronan con algo tan simple como que el tiempo nos arrastra a todos por igual. Que no es sólo esperar a que lleguen las circunstancias sino contar con que las personas bailamos con ellas.
Por ser humana y no una idea estática, estoy ahora sonriendo con sarcasmo por haber sido sincera y recibir una huida por omisión.
Un ejemplo más de divagar para evadir la cobardía y la parálisis.
Definitivamente, la Humanidad seguirá moviéndose en círculos eternamente hasta el mareo mental y el vómito existencial.
Y, como siempre, ahí se quedan los restos de la fiesta de anoche por recoger, ahí queda el inventario de pruebas de haber vivido lo que la resaca de ilusiones no te deja recordar.

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