El calor pega en la calle. El nuevo disco de The Black keys es una genialidad. La liga de fútbol está a punto de terminar. Esas son cosas con las que se rellenan los pensamientos, las conversaciones y el tiempo. Esas cosas las piensa uno cuando está relajado y no tiene mayores cosas por las que preocuparse.
Pero en ocasiones como esta, se necesita pensar y reposar las ideas para actuar con claridad y certeza. Tengo 23 años y una carrera universitaria. Quiero y debo comerme el mundo. Quiero mostrar mi talento y vivir de él. Mis talentos, por suerte, son varios. Eso significa que mis medios de vida podrían ser varios, y con todos ellos disfrutaría. Pero difícilmente encuentro la oportunidad de que alguno de ellos me dé dinero a corto plazo. Es más, a inmediato plazo. Porque cuando uno tiene esa calma para pensar en banalidades, también puede pensar en proyectos a largo plazo.
Cuando la urgencia de que entre algo en la cuenta corriente es lo que mueve tus actos; esos proyectos pasan a un plano invisible, y tu objetivo es la recompensa económica. No es capitalismo, es supervivencia.
Si gano algo ahora, en el futuro podré llevar a cabo mis proyectos, piensas.
Pero crecimos en una época en la que se daba por seguro que si estudiabas, emprendías, y hacías las cosas bien, la sociedad, la economía y el Estado te apoyarían.
Y una mierda pinchá en un palo.
Dijo Ortega y Gasset que cada generación daba por hecho y por "normal" lo que la generación anterior luchó por conseguir. La generación de nuestros padres ganó un Estado del bienestar y unas condiciones en las que nosotros dábamos por hecho que con esfuerzo, las oportunidades y los resultados estarían ahí. Por que vivíamos en una sociedad del primer mundo, económica y socialmente desarrollada.
Pero seguimos viviendo en la cultura del pillaje, el rateo, el egoísta, la ausencia de ética, la falta de civismo, la catetura y la ranciedad.
Una generación que no deja abrirse paso a la siguiente y se limita a mirarse el ombligo, es una generación que cava su propia tumba y que no ha aprendido nada de la vida.
Se supone que el ser humano se reproduce para perpetuar su legado, y que su legado es dejar el mundo mejor que como lo encontró.
Un mojón para las leyes de la lógica y de la naturaleza.
Mientras ese egoísmo y esa inconsciencia permanezcan, la Humanidad va a ser recordada como la especia más estúpida conocida en el Universo. Los extraterrestres se asomarán y pensarán qué puñetero rumbo tiene grupo que se empeñe en dividirse. Todo bicho viviente debería entender que la rabia, el orgullo, la avaricia (y no quiero citar los pecados capitales, abogo por el libre ejercicio espiritual y moral); no hacen más que aislar y debilitar a los individuos.
Un grupo, para progresar, debe mirar por los intereses grupales, analizar sus problemas y solucionarlos en consenso; que las generaciones sean comprensivas unas con otras, que ninguna persona mira al vecino como un rival, sino como otro que está en el mundo para lo mismo que estás tú y que están los demás: Para hacer de su vida un proyecto irreemplazable, grandioso y único.
No hay comentarios:
Publicar un comentario