Con los años, los deseos parecen hacerse más terrenales pero complejos, pretendemos transformar el mundo o a los demás o a nosotros mismos; las circunstancias o el pasado.
Con los años, tiene que hacerte aterrizar una pequeña persona que sólo lleva 4 años en el juego de la vida; tiempo suficiente para hacerse algunas preguntas y tener sueños que por su sencillez e imposibilidad, los adultos suelen olvidar (aunque sus sueños puedan ser igual de imposibles). El punto en común es que seguimos construyendo mentalmente la perfección durante toda la vida, pero lo admirable es la convicción con que esta pequeña persona me preguntó dónde encontrar su deseo.
- ¿Dónde puedo encontrar unas alas? - me preguntó.
Unas alas. La pequeña exploradora quería volar. ¿Acaso el escenario se le hacía pequeño, más aún que su propio cuerpo? ¿Imaginaba la emoción vertiginosa de no sostenerse en el suelo, de ser leve, del viento en la cara?
- Bueno, yo puedo enseñarte a volar desde una montaña. Nos ponemos unas alas como de pájaro, saltamos y volaremos un buen rato por encima del bosque. - le respondí.
- Pero, ¿puedo dejarme las alas puestas para siempre?
- Bueno, para dormir sería incómodo, mira cómo duermen los pájaros. Pero de día puedes llevarlas todo el tiempo que quieras.
Y se fue corriendo y riéndose a otro sitio. Ya estaba volando en su imaginación.
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