Siempre, estamos dormidos a lo que no conocemos aún. Estamos soñando cómo vivir el futuro, estamos hundidos en un ensayo onírico de lo está por existir. Por eso, despertar es como nacer.
Por eso, la lucidez significa la muerte del sueño, la destrucción de esa realidad íntima en la que estamos preparando la salida a escena; y la acción, exteriormente, es el veredicto de la propia vida.
Supongo que esa es la necesidad de colocar los sueños en la realidad, de ir despertando lentamente a la vida con los años y con los choques frontales entre ambos mundos.
El arte incomprensible del siglo XX tuvo sus momentos de lucidez también, y el mensaje del expresionismo y del surrealismo recrean estas necesidades humanas de habitar entre lo real y lo onírico.
El expresionismo es el "soñar despierto", es el grito desgarrado del color y la distorsión de la forma por lo angustioso de no encontrar en este mundo una vía para canalizar el flujo de los sueños, de los deseos más profundos.
El surrealismo, el "soñar dormido" expresa el caos y el absurdo de escenas irreales, símbolos del almacén mental donde se fabrican los sueños como el poeta compone sus versos enlazando palabras. Hacemos poesía soñando y se pueden pintar los sueños.
Es el teatro en el que todo vale, donde todos los objetos que pasan por los ojos aparecen como en un carnaval, y el círculo cromático gira como una brújula sin rumbo.
Cómo recuerda esta época a una inmensa ensoñación. A un sopor colectivo de ensayo para una revolución a la que no hemos despertado. Pero, no olvidemos que estamos con un pie en cada mundo: o nos olvidamos de soñar o nos olvidamos de vivir, y con eso corremos el peligro de perdernos en nuestra propia niebla, destruírnos creyéndonos fantasmas o personajes de ficción. Una revolución puede ser, como recuerdan muchos ejemplos, un monstruo desvocado que se convierte en lo mismo que derrocó, pues no hubo un Ejército de la lucidez ni una oleada de despertares que la guiaran.
Pero, como última nota a pie de página, esperemos no olvidar que conocer la realidad lleva, humanamente, a seguir siempre soñando.
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