jueves, 18 de julio de 2013

Luis:


La vida anda por aquí, la ciudad a la que dirigí perdiéndote a ti, rápida y estimulante. Vertiginosa y bella. Difícil de asimilar. Necesitaría la calma de muchos trenes para que los cambios se asentaran en mi cabeza mientras mentalmente sigo agarrando tu mechón rubio entre los dedos.
Cuando cierro los ojos, me vuelvo al universo táctil y casi mudo de nuestra historia anónima y pura, extraña y demente para algunos, una salvación para la rutina aplastante y los casos perdidos.
La pregunta es inevitable: ¿qué habría pasado si hubiera mandado a la mierda a esta ciudad y me hubiese bajado contigo? ¿Habríamos recreado Antes del amanecer? ¿Mi condena por no haberme ido contigo es no encontrarte jamás por la calle, que no me busques, que me pregunte eternamente el "y si", que sigas siendo la excusa antes mis futuros amores fallidos?
Mis alas aún estaban forjándose sin estar listas para volar. No puedo buscar a quien vuele si yo no lo hago. Perdona. Volamos un poco y me asusté.
No ha sido la única vez en este trecho que me he encerrado en mis cómodas fobias, pero en este otro caso tengo una suerte que espero merecer.
Al menos, he aprendido a distinguir cuánto hay mescalina (magia química) entre yo y otro ser humano. La mescalina va a ser mi criterio y mi respuesta a mi pérdida emocional de los últimos años. El elemento oculto de la alquimia es dos desconocidos besándose en un tren. Es una de las respuestas que fue a buscar a la tierra sagrada y que finalmente hallo cuando he vuelto a mi mundo, y vislumbro con una claridad pasmosa qué no es mescalina para percibir con una sensibilidad amplificada qué sí lo es.
Por eso, desconocido, te llamaré Luis. Por eso, como me basta con el tremendo regalo del cosmos de encontrarte y ser mi respuesta, que te volviera a ver sería algo que dejo fuera del alcance de mi deseo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario