Está descansando. De la vida, del tiempo, de los días.
Del ruido y de la gente. De los pensamientos y la lógica.
Está descansando del lenguaje. De la paciencia. De las noticias.
Pero parece triste. Sin angustia ni risa. Mustia.
Parece que esperara, despreocupada y altiva ante la deriva.
Con una indiferencia cargada de rabia.
Puede que ni siquiera le sentara bien la alegría, sólo la calma.
El único momento en que se puede no desear nada, y seguir vivo.
Pero es el resultado de que de las eternas dicotomías agoten de decisiones, ahora no tiene que elegir nada.
Sólo dejarlas pasar, y observarlas con una sorna sin gestos.
Está doblada en el sofá. Es una marioneta a la que le han soltado los hilos. No tiene caos, ni busca su geometría.
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